Para Charo,
Flamenca allende los mares.
La mirada de la bailaora
que cruzó el mar
barre los ojos de los espectadores
y los arrastra subiendolos al cogote, bajandolos por su escote,
pisandolos en un taconeo energico
y resucitandolos en un golpe de pollera gitana.
La mirada de la bailaora
que cruzo el mar
la hace única e hipnótica
e ilumina su presencia y su esencia flamenca.
Es el rocio leve y temprano que brilla,
es el baile que enreda los sentidos.
La mirada que cruzo el mar
es la esencia y el arrastre,
lazo que une escenario,
musicos,
espectadores
y remata en una sonrisa hermosa.