Acaban de atravesar la densa capa de nubes y un sol radiante baña el interior del pequeño avión.
Hacen la ruta Guelmin-Es-Semara – Fuerteventura, siempre la misma y siempre diferente.
La aridez del desierto desaparece de pronto en la curva del minuto 27 y el horizonte se colorea inmensamente añil hasta las primeras palmeras.
Guillermo saca fotos mientras Andrés pilota.
Un ruido imperceptible rasga lo previsible.
Guillermo deja a un lado su cámara y centra su mirada amplia a su entorno inmediato.
No encuentra nada inusual.
El tiempo se detiene.
El avión se empequeñece y el agua está más cerca para los sentidos de ambos que nunca ven perturbada su paz.
Detrás de los sacos de correo surge una forma oscura que se arrastra, balbucea algo y cae ante sus ojos atónitos.
Ahmed suplica ayuda con sus ojos, alarga las manos morenas e intenta hablar cuando tropieza y cae…
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Puedes dejar tu comentario siempre que lo hagas con respeto. Gracias