miércoles, 1 de enero de 2020

PINUS ALEPENSIS


Los altos eucaliptos reciben antes la luz del sol que el aloe vera pegado a la tierra.
Una fuente de hierro antigua suministra agua a las casas.
Los arboles invaden la vista.
Hojas secas se acumulan como si al barredor le surgiera una urgencia y las olvidara para siempre.
El ruido de un motor de gran potencia penetra la calma de la mañana salpicada de gallos, pavos y pajaros cantandole a la luz que rasga las sombras de la noche.
Mohamed ya esta levantado.
Los silbidos y estallidos de las bombas aun duermen en sus oidos y a veces lo despiertan como ahora.
Una metralla de imagenes huyendo de casa con su Abdulah, su Fatima, su Karima y su Ahmed se suceden ta-ta-ta-ta fuego detrás, fuego delante, gritos, vecinos cayendo, Karima en sus brazos corriendo hacia ninguna parte.
El ruido del motor va disminuyendo y un suave aroma a lavanda y romero sube a sus fosas nasales y lo deposita en su presente de paz y campo.
Formado en la Universidad de Aleppo, sabe como funciona el mundo.
El pais que le acoge sigue vendiendo armas y creando guerras como las que vivió pero también le ha abierto puertas para empezar de nuevo.
Suena una campana.
La hora del desayuno es temprana pero no tanto como sus oraciones del amanecer.
Hombres de distintos origenes y colores de piel van entrando en el comedor con sus bandejas de te humeantes y tostadas de pan con aceite de oliva.
Los saludos se suceden en uolof, francés, arabe, inglés y algunos "quillo", "miarma", "buenos dias", se cuelan con naturalidad.
Un Pinus Alepensis le recuerda sus origenes.
Hoy toca recoger alcachofas y puerros hasta el atardecer.






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