lunes, 24 de febrero de 2014

VOLARE




No sabe a nada. "Está sosa", sentenció el profesor.
La giramos patas arriba, ala acurrucada, patas abajo, ala oculta, para presentarla.
De todas las formas era un animal quietecito, sin cabeza y con una salsa, insípida, por encima.
Todos miramos la estética del plato, en plena competición por armonizar colores, sabores y texturas para estar al día con la vanguardia gastronómica dominante.



De pronto, un compañero del equipo azul se arma, cuchillo en mano, y soluciona el asunto plagiando un plato aplaudido en el último programa mediático: crear una pirámide perfecta y asimétrica con el género en cuestión (antiguo ser vivo víctima de procesos de cocción y transformación) a juego con la salsa exótica.

Al acercarse, escuchamos un aleteo imposible, un frufru imperceptible y en segundos quedaron chaquetilla y mandil manchados y los ojos tontos en el plato vacío.....





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