viernes, 3 de julio de 2015

EL DIABLO ES POBRE



Pecesito llegó a la convocatoria desconcertado.
Sus viejos amigos los aguacates, orquideas, rosas y demás colegas que mantenían cada una su lucha digna, le dijeron que viejos tiempos habían vuelto.
Las nuevas caracolas, invisibles, lo trajeron surcando las dimensiones del tiempo y la utopía.
Podían atravesar bosques y océanos, subir al cielo y volver.
Llegó a una plaza con una fuente al final de una avenida.
Se trajo su sombrilla, le recordaron que era un sitio de calor.
Le contaron que de nuevo se enjaulaban orquideas como antaño, incluso algún geranio había marchitado; ni siquiera los naranjos sabian cómo había sido.
Paseó su sombrilla gris entre los amigos.
Le colocaron una hoja de eucalipto en la boca, bajó con cuidado al suelo donde flores y plantas conocidas y desconocidas caian lentamente representando lo que podía pasar si dejaban que volviesen los tiempos en que las gitanillas no podían exhibir sus colores ni los jilgueros cantar a sus anchas...

     Ediuardo Galeano pintó su pecesito con sombrilla y otras ilustraciones 
                                                 en el semanario EL SOL en su juventud en Monrtevideo.

EL DIABLO ES POBRE.


En las ciudades de nuestro tiempo, inmensas cárceles que encierran a los prisioneros del miedo, las fortalezas dicen ser casas y las armaduras simulan ser trajes.
Estado de sitio. No se distraiga, no baje la guardia, no se confie.
Los amos del mundo dan la voz de alarma. Ellos, que impunemente violan la naturaleza, secuestran paises, roban salarios, y asesinan gentios, nos advierten, cuidado.
Los peligrosos acechan, agazapados en los suburbios, miserables, mordiendo envidias, tragando rencores.
Los pobres: los pelagatos, los muertos de las guerras, los presos de las cárceles, los brazos disponibles, los brazos desechables.
El hambre, que mata callando, mata a los callados. Los expertos, los pobrólogos, hablan por ellos.
Nos cuentan en qué no trabajan, qué no comen, cuanto no pesan, cuanto no miden, qué no tienen, qué no piensan, qué no votan, en qué no creen.
Sólo nos falta saber porqué los pobres son pobres. ¿Será porque su hambre nos alimenta y su desnudez nos viste?

El Libro de los Abrazos
Eduardo Galeano



















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