miércoles, 18 de febrero de 2015

SANTIAGO DE COMPOSTELA



La fachada imponente está lista
para el rodaje
de una película santa
con sus figurantes
deambulando eternamente.
Apoyados en bastones
llegan bajo la lluvia,
bajo el sol.
Como sacos de patatas
caen sobre mochilas enormes.
Las piedras de la plaza se alivian mojadas
por un cuerpo exhausto
sólo cubierto por bermudas y sombrero.
Abrazos, sonrisas,
Largas colas
para abrazar una estatua fria.
Un caminante busca la tumba sagrada
y ofrece sus llagas al tiempo que
el botafumeiro oscilante
agrega humo a sus harapos.
Los chirridos de los gatos encerrados en la gaita
retumban en las paredes de piedra en el callejón a la plaza
donde avanzan cansadas las ruedas
de una bicicleta pergrina.
El viento juega con la toca de las monjas
al tiempo que sus blancos senos se alinean
atrapando al gaitero en una instantánea.
El frescor del pasaje se ventila, se disipa, se acalora
en la explanada lumínica de la plaza.






















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