sábado, 5 de abril de 2014

DUNA IMPERIAL





Cinco de la mañana, todo oscuridad y silencio, solo el mar incansable se oye, a solo tres cuadras.

Martín se levanta en su rancho de Valizas, tiene que llevarle la leche a la familia Fagundez, detrás de la duna Imperial.

El poncho mitiga un poco el viento que hace más difícil la tarea de cargar los bidones.

Cuando sube la tercera duna se para, la luz del faro se cuela entre las nubes entreveradas de azul y pinta un “terotero”, pájaro guardián del alba.

Le gustaría bajar corriendo por la arena con los brazos extendidos como su hermano Miguel.

Se moja los pies en la orilla, pisando las primeras rocas.

El sol calienta su cuerpecito moreno cuando llega al Cabo, a las ocho, cansado pero contento.

Su nariz le trae la proximidad de los bizcochos calentitos de “Doña Chela” que calmarán su hambre y le darán fuerzas para volver, buscando su huella, si el viento no la ha borrado ya.


2 comentarios:

  1. Es de una preciosa sencillez, lo pinta tal cual al guri y a todo lo que se siente estando alla, hasta se puede oler los bizcochos, aunque ya no sean de la Chela, que siempre estara igual ahi.

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  2. gracias por lo de la foto mas bonita! un placer compartirla contigo! la tome en un maravilloso atardecer de esos que tu bien conoces...

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